POR QUÉ LOS HOMBRES VAN CON PROSTITUTAS

     "No consigo nada del sexo con prostitutas, excepto sentirme mal", dice Ben. Treintañero, clase media, un tipo normal. Ben trabaja en publicidad, y hoy ha hecho el descanso de la comida un poco más largo para poder hablar de su experiencia comprando sexo. Tímido y algo nervioso, me dijo "espero que hablar de ello me pueda ayudar a entender por qué lo hice."
     Yo también esperaba entender sus motivos. Ben fue uno de los 700 hombres entrevistados para una investigación internacional a gran escala para descubrir la realidad de los hombres que pagan por sexo. El proyecto abarcó seis países, y de los 103 clientes con los que hablamos en Londres (donde yo era uno de los investigadores) la mayoría estaban sorprendentemente abiertos a discutir sus experiencias.
     Ninguno de ellos caía en estereotipos. Tenían entre 18 y 70 años, los había blancos, negros, asiáticos, de Europa del Este; la mayoría tenían trabajo y algunos tenían diplomatura o licenciatura. En general eran presentables, educados, con habilidades sociales. Muchos tenían esposas o novias; más de la mitad estaban casados o tenían una relación estable con una mujer.
     Un estudio publicado en 2005 concluyó que el número de hombres que pagaba por sexo se había multiplicado por dos en solo diez años. Los autores atribuyeron esta subida a una "mayor aceptación de un contacto sexual comercial", pero aun así muchos de nuestros entrevistados dijeron sentirse culpables y avergonzados al pagar por tener sexo. "En mi cabeza no estoy satisfecho" así describió uno de ellos sus sentimientos después de pagar por tener sexo. Otro me dijo que se sentía "decepcionado. Qué forma de tirar el dinero", "me seguía sintiendo solo" y "culpable respecto a mi relación con mi mujer". A pesar de que sus experiencias les parecieron "insatisfactorias, vacías, terribles" siguieron yendo con prostitutas.
     Entrevisté a 12 de ellos, y me pareció fascinante. Uno me contó que sufrió abandono en la infancia, y ligaba esto a su incapacidad para tener relaciones con nadie, en especial con mujeres. Alex admitió que tener sexo con prostitutas le hacía sentir vacío, pero no tenía ni idea de cómo conocer a mujeres "por la ruta habitual". Cuando le pregunté sobre sus sentimientos hacia las mujeres que compraba me dijo que, por un lado, quiere que las prostitutas lleguen a conocerle y gustarles, y por otro que "no se hace ilusiones" de que sus encuentros sean una relación real. "Quiero que mi prostituta ideal se comporte como una," dijo, "que finja ser mi novia, o una cita, no algo mecánico o puro negocio. Que a una tercera persona le pareciera que estamos enamorados."
     Sentí compasión por Alex. Nadie le había enseñado cómo establecer lazos con otro ser humano, y estaba buscando algo que el sexo comercial nunca le daría.
     Pero otra de las entrevistas me dejó bastante preocupado. Darren era joven, guapo, e inteligente. Le pregunté cuánto creía que disfrutaban las mujeres a las que pagaba por sexo. "No quiero que disfruten", me dijo". "Yo pago por ello y es su trabajo darme placer. Si ella se lo pasa bien me sentiría engañado". Le pregunté si pensaba que las prostitutas eran distintas a las demás mujeres. "El hecho de que estén preparadas para hacer ese trabajo que otras no hacen ni siquiera por dinero, significa que hay algo dentro de ellas que permite que lo hagan sin que les disguste", dijo. Parecía lleno de una potencial misoginia brutal.
     Cuando pregunté qué harían para acabar con la prostitución, uno de los entrevistados se rió y dijo "matar a todas las chicas". Paul me dijo que "encerraría a todos los hombres". Pero la mayoría dijeron a los investigadores que sería fácilmente erradicara si se cumplieran las leyes actuales. Multas, exposición pública, informar a tus empleados, que te dicten una orden de comportamiento antisocial o el riesgo de tener antecedentes haría que muchos dejaran de ir con prostitutas. Si se descubría que las mujeres estaban siendo prostituidas u obligadas no supondría una difenrencia para ellos. Casi la mitad dijeron que creían que la mayoría de prostitutas tenían un proxeneta ("el proxeneta viola psicológicamente a la mujer", explicó uno), pero aun así las visitaban.
    Próximamente se aprobará una ley que ilegalizará pagar por sexo con una mujer que sea prostituida por alguien, y no será un atenuante el hecho de que no sepas las condiciones de la mujer. Los críticos han dicho que la ley es injusta, que un hombre no puede saber si la mujer está siendo explotada. Nuestra entrevista tocó este tema. Los hombres sabían, hasta cierto punto, del abuso y coacción en la prostitución, ninguno pensaba que las mujeres comerciaban con su cuerpo solo porque les gustaba el sexo. Más de la mitad admitió que sabían o pensaban que casi todas las prostitutas eran obligadas, engañadas o tratadas.
     Más de la tercera parte dijeron que creían que las prostitutas que habían visitado procedían de otro país y habían sido llevadas a Londres. Unos pocos dijeron que sospechaban que eran víctimas de la trata puesto que la mujer no sabía ni hablar el idioma, o por lo jóvenes y vulnerables que eran. "Supe que era nueva en la ciudad" dijo uno. "Ser nueva en una ciudad, y ser prostituta... no puede ser por elección. Parecía tener problemas."
     Otro dijo que él "había visto mujeres con moretones, cortes y con acento de Europa del Este en lugares donde había muchas chicas obligadas a prostituirse". Uno sospechaba que una mujer africana con la que había estado procedía de la trata porque "estaba asustada y nerviosa. Me dijo que la habían engañado. Tuve sexo con ella y parecía que le sentaba bien. Me pidió que la ayudara, pero le dije que no podía hacer mucho por ella. Puede que me estuviera mintiendo."
     Uno de los descubrimientos más interesantes fue que algunos hombres creían que podrían llegar a violar a alguien si no iban con prostitutas. Uno me dijo "a veces podrías violar a alguien: en vez de eso, vas con una prostituta." Otro dijo "un hombre desesperado que quiere sexo, necesita sexo para aliviarse. Puede llegar a violar." Tras esto, llegué a la conclusión de que no es culpa mía o de feministas como Andrea Dworkin pensar que todos los hombres son violadores en potencia, pensar esto es culpa de los propios hombres.
     La mitad de los entrevistados habían comprado sexo fuera del Reino Unido, la mayoría en Amsterdam, y el hecho de visitar un lugar en el que la prostitución es legal y se publicita abiertamente les había renovado las ganas de comprar sexo cuando volvieran a Gran Bretaña. Casi la mitad dijeron que la primera vez que pagaron por sexo eran menores de 21. "Mi padre nos llevó a mi hermano y a mí" dijo David. "Él pagó. Quizá quería asegurarse de que no éramos gays. Fuimos a un burdel. Mi padre no hizo nada, y tampoco creo que se lo contara a mi madre."
     Otro dijo que había pagado por sexo durante un viaje de solteros a Tailandia con ocho amigos. Estaba decepcionado. "Era una chica rusa, no fue la típica experiencia con una acompañante. No quería hablar, solo echarse en la cama y hacerlo."
     Muchos buscaban una relación real con una mujer y se decepcionaban cuando no ocurría así: "solo es sexo, no emociones. Prepárate para aceptar esto o no vayas. No es una esposa o una novia." Otros dejaban claro que pagaban por sexo solo para controlar totalmente el encuentro, incluso Bob, que dijo "mira, los hombres pagan a las mujeres porque ellos pueden tener lo que quieran cuando quieran. Muchos hombres van con prostitutas para poder hacer cosas que las mujeres de verdad no soportarían."
     Aunque algunos hombres dijeron que las mujeres a las que habían comprado disfrutaron durante el sexo, muchos otros admitieron que pensaban que las mujeres se sentían "asqueadas", "miserables", "sucias" y "asustadas". Ahmed dijo que creía que la mujer "estaba aliviada porque no iba a matarla."
     Solo el 6% de los hombres con los que hablamos han sido detenidos alguna vez por ir con prostitutas. "Las medidas disuasorias solo funcionan si se refuerzan", dijo uno. "Cualquier cosa negativa te hará pensarlo dos veces. La ley no está reforzada ahora mismo, pero si tuviera consecuencias negativas para mí, eso me disuadiría." Quizá la nueva ley hará que Albert se lo piense dos veces antes de pagar por sexo. Me dijo "si tuviera problemas por hacerlo, no lo haría. En este país a la policía le parece bien que la gente vaya con prostitutas."

Traductora: Marina Liñán

Los nombres en esta entrevista han sido cambiados.

Artículo original de Julie Bindel, publicado en The Guardian, el 15 de enero de 2010.
     

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